Desde la región española, ha llegado una carta para Luciano. A continuación la reproducimos para manifestar lo mecesario de la correspondencia con lxs prisionerxs del mundo.
Saludamos afectuosamente al/la anónimx solidarix.
Lo cierto es que no sé muy bien cómo comenzar esta misiva. No querría que sonase como la típica proclama incendiaria, ni tampoco como un simple saludo de alguien invisible. Ni tan siquiera sé si entre los muros que te secuestran tendrás la oportunidad de leerla pero necesitaba enviarte estas palabras.
Si te escribo es porque siento la necesidad de comunicarme contigo, de transmitirte la rabia que me produce saber que el poder se venga de ti secuestrándote tras sus muros y que esxs miserables harán lo posible por conseguir que te rindas y obedezcas, aunque para ello tengan que usar la más cruel de las venganzas, la cárcel, con todo lo que ésta conlleva: torturas, aislamiento, encierro. Una lenta y sádica agonía que convierte a lxs presxs en bestias, envilecidxs por la impotencia y el odio, en un mundo donde las segundas oportunidades son un lujo al alcance de pocxs aunque tampoco queremos ninguna segunda portunidad. Y es que desde dentro o desde fuera, debemos permanecer como tú bien ya sabes conscientes de nuestros “crímenes”, orgullosxs de haberlos cometido y esperando con impaciencia el instante preciso para reincidir.
De todas formas, leyendo tu carta fue algo más que rabia lo que me invadió. Fue amor, afinidad, una sonrisa iluminando el rostro de una preciosa mujer llamada solidaridad. Saber que seguías ahí, conspirando incluso a pesar de estar en las mismísimas entrañas de la bestia, que no habías perdido la vida y sobre todo, que no habías muerto, que, aunque encarcelado, eras más libre que nunca. Me hizo recordar que en esta guerra, no estamos solos, ni solas, y que cada golpe que podamos sufrir, es un motivo más para seguir caminando entre sombras y luces de neón que camuflan la realidad que hay detrás de su reality-show cotidiano, buscando el momento de actuar, okupando, creando, destruyendo, discutiendo, cuestionando, viviendo aquí y ahora, tratando de sobreponernos a los no siempre fáciles de superar muros de la contradicción y la incoherencia…
Sé que tal vez no necesites que lo haga, y también que no hay mejor gratitud que propagar el fuego de la revuelta más allá de las promesas y los discursos que relatan una hipotética revolución que nunca llega, pero aún así, quiero darte las gracias y como a ti, a todxs lxs hermanxs que están presxs por seguir soñando y que, sea en clandestinidad o de otras maneras, se organizan y actúan por la destrucción total del capitalismo y el Estado.
Aquí, en el Estado español, somos muy pocxs lxs que luchamos contra la infamia. La gente ha olvidado, se ha sentado en su sofá y ha encendido su televisor. No sueña, no crea, no desobedece, no experimenta, sólo reproduce una vez tras otra el mismo sucedáneo de existencia de diseño enfermo y monótono, comprando y trabajando, justificando su pasividad con mil excusas pero sin decir nada, como si su aspiración en la vida se hubiese reducido a comprar cuántos más tesoros con los que enterrarse en su sarcófago, mejor. Son presxs de escaparates y miedo, esclavxs de un fantasma, de una rutina sin sentido ni magia que poco a poco les va convirtiendo en sombras que recorren en silencio las calles de casa al trabajo, del trabajo al centro comercial o a la cafetería y de los supuestos “lugares de ocio”, de vuelta a casa, con esa falsa sonrisa llena de tristeza y desazón por una vida que se escapa con cada tícket de compra.
No obstante, aún tenemos esperanza y sabemos que algún día, el fuego de la insurrección consumirá la miseria y la riqueza para dar paso a la pasión, la Vida, el respeto, la dignidad, la libertad y el deseo.
Que no se apague la ilusión. Que se acabe su mediocre realidad. Fuego a su gobierno de difuntos y flores.
Si hoy en día alguien es capaz de creerse libre, es sólo porque sus alas no han volado lo suficientemente alto como para estrellarse contra los barrotes de la jaula.
Saludamos afectuosamente al/la anónimx solidarix.
Lo cierto es que no sé muy bien cómo comenzar esta misiva. No querría que sonase como la típica proclama incendiaria, ni tampoco como un simple saludo de alguien invisible. Ni tan siquiera sé si entre los muros que te secuestran tendrás la oportunidad de leerla pero necesitaba enviarte estas palabras.
Si te escribo es porque siento la necesidad de comunicarme contigo, de transmitirte la rabia que me produce saber que el poder se venga de ti secuestrándote tras sus muros y que esxs miserables harán lo posible por conseguir que te rindas y obedezcas, aunque para ello tengan que usar la más cruel de las venganzas, la cárcel, con todo lo que ésta conlleva: torturas, aislamiento, encierro. Una lenta y sádica agonía que convierte a lxs presxs en bestias, envilecidxs por la impotencia y el odio, en un mundo donde las segundas oportunidades son un lujo al alcance de pocxs aunque tampoco queremos ninguna segunda portunidad. Y es que desde dentro o desde fuera, debemos permanecer como tú bien ya sabes conscientes de nuestros “crímenes”, orgullosxs de haberlos cometido y esperando con impaciencia el instante preciso para reincidir.
De todas formas, leyendo tu carta fue algo más que rabia lo que me invadió. Fue amor, afinidad, una sonrisa iluminando el rostro de una preciosa mujer llamada solidaridad. Saber que seguías ahí, conspirando incluso a pesar de estar en las mismísimas entrañas de la bestia, que no habías perdido la vida y sobre todo, que no habías muerto, que, aunque encarcelado, eras más libre que nunca. Me hizo recordar que en esta guerra, no estamos solos, ni solas, y que cada golpe que podamos sufrir, es un motivo más para seguir caminando entre sombras y luces de neón que camuflan la realidad que hay detrás de su reality-show cotidiano, buscando el momento de actuar, okupando, creando, destruyendo, discutiendo, cuestionando, viviendo aquí y ahora, tratando de sobreponernos a los no siempre fáciles de superar muros de la contradicción y la incoherencia…
Sé que tal vez no necesites que lo haga, y también que no hay mejor gratitud que propagar el fuego de la revuelta más allá de las promesas y los discursos que relatan una hipotética revolución que nunca llega, pero aún así, quiero darte las gracias y como a ti, a todxs lxs hermanxs que están presxs por seguir soñando y que, sea en clandestinidad o de otras maneras, se organizan y actúan por la destrucción total del capitalismo y el Estado.
Aquí, en el Estado español, somos muy pocxs lxs que luchamos contra la infamia. La gente ha olvidado, se ha sentado en su sofá y ha encendido su televisor. No sueña, no crea, no desobedece, no experimenta, sólo reproduce una vez tras otra el mismo sucedáneo de existencia de diseño enfermo y monótono, comprando y trabajando, justificando su pasividad con mil excusas pero sin decir nada, como si su aspiración en la vida se hubiese reducido a comprar cuántos más tesoros con los que enterrarse en su sarcófago, mejor. Son presxs de escaparates y miedo, esclavxs de un fantasma, de una rutina sin sentido ni magia que poco a poco les va convirtiendo en sombras que recorren en silencio las calles de casa al trabajo, del trabajo al centro comercial o a la cafetería y de los supuestos “lugares de ocio”, de vuelta a casa, con esa falsa sonrisa llena de tristeza y desazón por una vida que se escapa con cada tícket de compra.
No obstante, aún tenemos esperanza y sabemos que algún día, el fuego de la insurrección consumirá la miseria y la riqueza para dar paso a la pasión, la Vida, el respeto, la dignidad, la libertad y el deseo.
Que no se apague la ilusión. Que se acabe su mediocre realidad. Fuego a su gobierno de difuntos y flores.
Si hoy en día alguien es capaz de creerse libre, es sólo porque sus alas no han volado lo suficientemente alto como para estrellarse contra los barrotes de la jaula.
Nuestro destino es nuestra guerra. Larga vida a la anarquía.
Un/a anónimx solidarix desde el Estado español.