A
finales de 2008, un largo periodo de crecimiento, fructífero y
estable, se transformó de repente en la mayor caída de la
producción y los intercambios comerciales no verificada desde los
tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
La gran recesión ha sido global y todos los países han asistido a un vistoso frenazo en el crecimiento: noventa y un países han visto disminuir su Producto Interior Bruto. La caída del comercio mundial ha sido como el peor día de la depresión en los años treinta: menos 12,8 por ciento respecto al año anterior.
Las dimensiones y el contagio global de la recesión han sido producto de dos fuerzas interrelacionadas.
Primera: la enorme fuga crediticia, alargada por los Estados Unidos a través de un sistema financiero global integrado. Segunda: la caída de la demanda de bienes duraderos (automóviles, electrodomésticos, maquinaria industrial) provocada por un crédito más limitado y por la disminución de la confianza, que ha sido el freno a la actividad en todo el mundo. La demanda de productos de consumo duradero ha descendido respecto a la de los bienes perecederos y de servicios, determinando un efecto desproporcionado e inmenso sobre el consumo global. Ningún país ha escapado a esta espiral.
Así, Uri Dadush, director del Programa Económico Internacional del Carnegie Endowment for International Peace, sintetizaba en el diario italiano L'Espresso del 2 de diciembre de 2010 los efectos de la gran recesión, cuyos inicios emergen en septiembre de 2008, es decir, con la quiebra de la gran banca de negocios Lehman Brothers.
Los prolegómenos de la crisis financiera en el origen de la recesión de eso que se define como economía real se podían encontrar ya en el primer trimestre del año 2007.
La naturaleza y las causas de la crisis han sido identificadas por economistas, analistas financieros y demás especialistas, que han estudiado la génesis y las modalidades con que se ha manifestado.
En la búsqueda de las causas, ha habido quien se ha basado principalmente en la excesiva concesión en Estados Unidos de créditos para la adquisición de inmuebles a sujetos sin posibilidad de restituirlos con los correspondientes intereses en el plazo establecido.
Otros han insistido de modo más general en el enorme desarrollo de las finanzas mundiales, en particular la británica y la estadounidense, en relación con las dimensiones de la economía real.
Desde otro punto de vista, la causa de fondo de la crisis sería identificada por algunos en un exceso, y más frecuentemente en su opuesto, un defecto de regulación de los mercados, de los operadores financieros y de su actividad, y en la eliminación de las normas que regían tales materias primas en los años ochenta.
Muchos han subrayado cómo, junto al sistema financiero tradicional, por efecto de la desregulación, se ha ido desarrollando progresivamente un colosal sistema a la sombra, tan peligroso e imprevisible por no estar subordinado a ninguna forma de regulación y control.
Otra serie de ideas ha remarcado la fragilidad y vulnerabilidad de fondo del sistema monetario y financiero mundial, y su sustancial falta de equilibrio, justicia y racionalidad, en particular a partir del 15 de agosto de 1971, fecha del cese de la convertibilidad del dólar en oro.
Otra tendencia relevante es la que ha indicado la causa real de la crisis en el elevado nivel de desigualdad socioeconómica, acentuada a un ritmo siempre creciente en las últimas décadas, particularmente en la distribución del rédito de los salarios de una parte y de los beneficios y rentas por otra.
Hay que considerar también la tesis de Charles Kindleberger, que a su vez propone una explicación de la gran depresión iniciada en 1929 basada en la transición entonces en curso del liderazgo mundial económico y financiero del Reino Unido a los Estados Unidos. Según tal explicación, en la época, mientras el Reino Unido ya no tenía posibilidades de mantener el control y la guía de la economía y de las finanzas en el ámbito internacional, los Estados Unidos todavía no estaban preparados o dispuestos a tomar el relevo.
Para la crisis de 2007 podríamos hacer una hipótesis, salvando las distancias, con una explicación de ese tipo.
En otros términos: los Estados Unidos ya no tendrían posibilidades de detentar solos el liderazgo económico y financiero mundial, ni estarían dispuestos a renunciar, mientras la Unión Europea, China, Japón y otros no parecen tampoco dispuestos o con posibilidades de sustituirlos o apuntalarlos eficazmente en el mismo papel.
Ninguna de las teorías citadas puede calificarse como falsa o equivocada: cada una identifica de hecho elementos indudablemente esenciales y decisivos en el determinar del suceso histórico al que se refieren, pero precisamente por ello, evidentemente, cada una de ellas es inadecuada para tomarla en modo completo.
De hecho, si no hay motivos para rechazar ninguna, se deben acoger todas y considerarlas en su combinación e influencia recíproca.
Otra posible explicación de la crisis económico-financiera, y en particular de la considerada global o sistémica, se refiere al carácter de intrínseca inestabilidad de los sistemas económicos surgidos de las revoluciones industriales burguesas.
El historiador Marc Bloch llega a definir el capitalismo moderno como "un régimen que moriría en caso de una verificación simultánea de todas las cuentas".
Y, verdaderamente, parece que en una crisis financiera, lo que los gobiernos y las autoridades monetarias deben afrontar e intentar evitar es la tendencia dominante a regular y cerrar a la vez todas las situaciones de débito y crédito, lo que efectivamente comportaría con toda evidencia el colapso global del sistema.
Hemos de recordar que, más allá de las causas profundas y remotas de la crisis actual, en modo alguno se duda de su origen financiero.
Por ello hay que tener bien presente todo lo revelado por Kenneth Rogoff, exjefe economista del Fondo Monetario Internacional, es decir, que "las recesiones nacidas de quiebras financieras son mucho más largas, de media se necesitan siete años para que se acaben las consecuencias".
Francesco Mancini http://www.nodo50.org/tierraylibertad/3articulo.html
La gran recesión ha sido global y todos los países han asistido a un vistoso frenazo en el crecimiento: noventa y un países han visto disminuir su Producto Interior Bruto. La caída del comercio mundial ha sido como el peor día de la depresión en los años treinta: menos 12,8 por ciento respecto al año anterior.
Las dimensiones y el contagio global de la recesión han sido producto de dos fuerzas interrelacionadas.
Primera: la enorme fuga crediticia, alargada por los Estados Unidos a través de un sistema financiero global integrado. Segunda: la caída de la demanda de bienes duraderos (automóviles, electrodomésticos, maquinaria industrial) provocada por un crédito más limitado y por la disminución de la confianza, que ha sido el freno a la actividad en todo el mundo. La demanda de productos de consumo duradero ha descendido respecto a la de los bienes perecederos y de servicios, determinando un efecto desproporcionado e inmenso sobre el consumo global. Ningún país ha escapado a esta espiral.
Así, Uri Dadush, director del Programa Económico Internacional del Carnegie Endowment for International Peace, sintetizaba en el diario italiano L'Espresso del 2 de diciembre de 2010 los efectos de la gran recesión, cuyos inicios emergen en septiembre de 2008, es decir, con la quiebra de la gran banca de negocios Lehman Brothers.
Los prolegómenos de la crisis financiera en el origen de la recesión de eso que se define como economía real se podían encontrar ya en el primer trimestre del año 2007.
La naturaleza y las causas de la crisis han sido identificadas por economistas, analistas financieros y demás especialistas, que han estudiado la génesis y las modalidades con que se ha manifestado.
En la búsqueda de las causas, ha habido quien se ha basado principalmente en la excesiva concesión en Estados Unidos de créditos para la adquisición de inmuebles a sujetos sin posibilidad de restituirlos con los correspondientes intereses en el plazo establecido.
Otros han insistido de modo más general en el enorme desarrollo de las finanzas mundiales, en particular la británica y la estadounidense, en relación con las dimensiones de la economía real.
Desde otro punto de vista, la causa de fondo de la crisis sería identificada por algunos en un exceso, y más frecuentemente en su opuesto, un defecto de regulación de los mercados, de los operadores financieros y de su actividad, y en la eliminación de las normas que regían tales materias primas en los años ochenta.
Muchos han subrayado cómo, junto al sistema financiero tradicional, por efecto de la desregulación, se ha ido desarrollando progresivamente un colosal sistema a la sombra, tan peligroso e imprevisible por no estar subordinado a ninguna forma de regulación y control.
Otra serie de ideas ha remarcado la fragilidad y vulnerabilidad de fondo del sistema monetario y financiero mundial, y su sustancial falta de equilibrio, justicia y racionalidad, en particular a partir del 15 de agosto de 1971, fecha del cese de la convertibilidad del dólar en oro.
Otra tendencia relevante es la que ha indicado la causa real de la crisis en el elevado nivel de desigualdad socioeconómica, acentuada a un ritmo siempre creciente en las últimas décadas, particularmente en la distribución del rédito de los salarios de una parte y de los beneficios y rentas por otra.
Hay que considerar también la tesis de Charles Kindleberger, que a su vez propone una explicación de la gran depresión iniciada en 1929 basada en la transición entonces en curso del liderazgo mundial económico y financiero del Reino Unido a los Estados Unidos. Según tal explicación, en la época, mientras el Reino Unido ya no tenía posibilidades de mantener el control y la guía de la economía y de las finanzas en el ámbito internacional, los Estados Unidos todavía no estaban preparados o dispuestos a tomar el relevo.
Para la crisis de 2007 podríamos hacer una hipótesis, salvando las distancias, con una explicación de ese tipo.
En otros términos: los Estados Unidos ya no tendrían posibilidades de detentar solos el liderazgo económico y financiero mundial, ni estarían dispuestos a renunciar, mientras la Unión Europea, China, Japón y otros no parecen tampoco dispuestos o con posibilidades de sustituirlos o apuntalarlos eficazmente en el mismo papel.
Ninguna de las teorías citadas puede calificarse como falsa o equivocada: cada una identifica de hecho elementos indudablemente esenciales y decisivos en el determinar del suceso histórico al que se refieren, pero precisamente por ello, evidentemente, cada una de ellas es inadecuada para tomarla en modo completo.
De hecho, si no hay motivos para rechazar ninguna, se deben acoger todas y considerarlas en su combinación e influencia recíproca.
Otra posible explicación de la crisis económico-financiera, y en particular de la considerada global o sistémica, se refiere al carácter de intrínseca inestabilidad de los sistemas económicos surgidos de las revoluciones industriales burguesas.
El historiador Marc Bloch llega a definir el capitalismo moderno como "un régimen que moriría en caso de una verificación simultánea de todas las cuentas".
Y, verdaderamente, parece que en una crisis financiera, lo que los gobiernos y las autoridades monetarias deben afrontar e intentar evitar es la tendencia dominante a regular y cerrar a la vez todas las situaciones de débito y crédito, lo que efectivamente comportaría con toda evidencia el colapso global del sistema.
Hemos de recordar que, más allá de las causas profundas y remotas de la crisis actual, en modo alguno se duda de su origen financiero.
Por ello hay que tener bien presente todo lo revelado por Kenneth Rogoff, exjefe economista del Fondo Monetario Internacional, es decir, que "las recesiones nacidas de quiebras financieras son mucho más largas, de media se necesitan siete años para que se acaben las consecuencias".
Francesco Mancini http://www.nodo50.org/tierraylibertad/3articulo.html