«Somos
los que hemos dicho basta, los que por fin masivamente salimos a la
calle, los que plantamos el txringuito en plaza Catañuña el 15 de mayo, a
los que abrieron la cabeza el 27 de mayo en una actuación de
“limpieza”, los que fuimos a bloquear el Parlament, las casas amenazadas
de desahucios y los centros sanitarios, los que ocupamos para vivir,
los que nos organizamos en asambleas, los que hemos perdido el miedo,
pero no la esperanza, los que verdaderamente creemos que todo esto puede
cambiar». Extraído de un cartel titulado «Papá!*» pegado en paredes de Barcelona.
El 29 de marzo fue una nueva muestra del
crecimiento de la militancia revolucionaria en Barcelona y alrededores.
Una expresión del sufrimiento y descontento proletario con el estado
actual de cosas. Una fotografía que nos enseña cómo está el balance de
fuerzas entre clases. Desgraciadamente, aún muy favorable a la
burguesía, pues parece conseguir que la mayoría de la población ni haga
huelga ni se solidarice con los huelguistas y ni mucho menos con los
piquetes, los destrozos en los bancos y el ataques a las fuerzas
represivas.
Aunque no nos interese demasiado la opinión pública y sepamos que nunca “la mayoría” impulsó revolución alguna, esto parecería indicar que siguen faltando demasiados años para vivir un proceso revolucionario a nivel planetario con ciertas garantías de triunfo. Pero el tiempo dirá.
En otros documentos ya hay una exposición sobre el seguimiento de la huelga, con datos y estadísticas. En este, a pedido de compañer*s del extranjero, se realiza esta crónica, teniendo en cuenta lo que sabe y no sabe el enemigo y, habiendo reflexionado previamente, sobre lo que vale la pena explicar y lo que no. Puede haber equívocos y diferencias de opinión. Contar cosas, para que sirvan aquí y en el extranjero, siempre tiene un riesgo.
En este texto solo se pretende narrar algunos episodios de la jornada combativa y reflexionar sobre la salud de las fuerzas revolucionarias en Barcelona. Quienes, en la huelga general, no pretenden radicalizar el paro pactado convocado por los sindicatos. La ven como una posibilidad de expresar el rechazo al capitalismo y consolidar el asociacionismo.
Como decían los proletarios hace cien años, la huelga no puede resolver gran cosa por sí misma, porque agota las fuerzas del proletariado antes que las de su adversario, obligándolo a reanudar el trabajo. Y por lo tanto no puede tener una influencia decisiva más que si es el preludio de una insurrección. Sin embargo, la huelga general lleva aparejada la movilización por ambas partes y permite una somera apreciación del balance de fuerzas.
La fuerza
Estuvo en la ferocidad y decisión de unos cuantos piquetes, compuestos por unas cien personas cada uno. Suficiente fuerza, si se tiene el colchón del apoyo social y de una movilización masiva --aunque esté impregnada de sindicalismo y ciudadanismo-- como para cerrar comercios, enfrentarse a la seguridad privada y pública, reapropiar mercancías de tiendas abiertas y realizar una expropiación organizada, como la que se produjo en el supermercado DIA en el barrio de Sants, donde luego se repartió la comida. De hecho, algunos de los destrozos de la tarde vinieron acompañados de saqueos esporádicos, como pasó en la huelga de septiembre con la tienda Lewis.
Otros de los factores que nos dio mucha fuerza fueron la organización y efectividad de algun@s compañer@s. Que esta vez, maza en mano y con el rostro cubierto, rompieron más escaparates que nunca. Durante toda la jornada hubo ataques a símbolos capitalistas, pero fue en la manifestación de la tarde cuando se hizo sistemáticamente. Ninguna de las cristaleras que protegen las grandes empresas con sede en la calle Pau Claris se libró de los martillos. Decenas de furgonetas bajaban por la calle paralela, sin intervenir por la certeza de que “los antisistema” se mezclarían con la concentración sindicalista de Paseo de Gracia, donde había un mar de ciudadanos con derecho a protesta.
La quema de los trescientos contenedores para barricar las calles fue gracias al transporte previo de quemadores líquidos. Es decir, a la preparación previa para ir a una manifestación. En este caso se demostró que hubo muchísimos manifestantes que no acudieron allí a pasear ni a saludar a los compañeros. Fueron preparados para la lucha, para aprovechar esas ocasiones únicas que nos brindan las manifestaciones contundentes.
Si hubo esa preparación previa fue porque cada vez es mayor el número de militantes que considera legítimo y necesario el empleo de la violencia revolucionaria para la transformación social y la defensa de nuestro, cada vez, más paupérrimo nivel de vida. Algunos de los sectores que hace diez años --en la época de las cumbres y contra cumbres-- se oponían a los disturbios, hoy participan de la construcción de barricadas y tiran piedras a la policía. Y parece ser que, mayormente, tanto unos como otros ni se quedan en el espectáculo de los disturbios ni en la mistificación de la capucha, se cubren por seguridad y realizan ataques como una estrategia revolucionaria. Y en ese sentido se sienten participes de la misma lucha que hay en Chile, Grecia, Egipto y tantos otros lugares.
El 29 Marzo comparado con 29 Septiembre de 2010
Si la irrupción de la acción directa y del asociacionismo proletario, el 29 de septiembre, fue una sorpresa, en esta ocasión todos lo esperábamos, todos lo preparábamos. En este sentido hubo continuidad, prueba de la buena salud que goza el movimiento, y mucha mas preparación en la acción directa.
Pero por el resto fue bastante similar: carteles, panfletos y reuniones previas --aunque menos que la otra vez por que hubo menos tiempo desde que fue convocada la huelga--, jornada de acción directa y balances y carteles y escritos para informar como vivimos la lucha y sufrimos la represión, que en este caso fue muchísimo mas contundente.
Se notó esta vez la ausencia de centralización geográfica. No hubo una “casa de la huelga” --banco ocupado--, en el que hacer debates previos y tener un lugar de referencia. También faltó la crítica masiva a los sindicatos mayoritarios, como hubo la otra vez con las concentraciones frente a UGT y la pancarta del banco ocupado.
Una vez más, los apagafuegos
Hubo crítica hacia el sindicalismo en general en algunos escritos y, de alguna manera, en la práctica. Un ejemplo fueron las contradicciones surgidas en ''manifestación anarcosindicalista'' de la tarde, convocada por los sindicatos minoritarios (CNT, CGT y otros) y otras organizaciones sociales. Al inicio de la mani y del ataque a sucursales bancarias, varios sindicalistas, pancarta en mano, descargaron todas las artimañas socialdemócratas para detener a los destrozos: insultos, empujones, acusaciones de policías hacia gente con la cara cubierta, petición explícita de que se quitaran la capucha o abandonaran la marcha. Como respuesta muchos empezaron a aplaudir y a cantar ''anti, anti, anticapitalistas'' cada vez que oían el estruendo de un cristal roto y a intentar iniciar un debate político con ellos. De hecho, otros afiliados intentaban explicar a sus colegas de sindicato que esa violencia era meramente simbólica comparada con la violencia cotidiana del capitalismo. Se dieron discusiones interesantes. Algunos manifestantes dejaron su rostro al descubierto para charlar con los sindicalistas que explicaban los acuerdos de las asambleas organizativas, las posibles multas a su organización, la ilegalidad de futuras concentraciones. Un individuo, que portaba una bandera de la CNT, con el palo que aguantaba el estandarte empezó a increpar a un joven que pretendía destrozar un banco y como respuesta recibió un puñetazo en la cara. Un hecho lamentable, que habla de la necesidad de limar las diferencias previamente, tranquilamente, pero que también ilustra la confusión del sindicalismo, que por un lado llama a ocupar casas y expropiar supermercados –cartel de la CNT-- y por otro, cuando le conviene, es capaz de hacer de seguridad de una movilización. No olvidamos el cordón de los petos rojos de la CGT que salvaron las empresas y comisaría de Vía Layetana en la mani de marzo de 2002, durante la visita del G7. Seria injusto, sin embargo, no mencionar el largo camino recorrido con estas agrupaciones herederas de la legendaria pero, en momentos determinados del período 1936-1937, también traidora CNT. Como antaño, tendrán que dejar claro su papel en los momentos decisivos y declinarse por la colaboración posibilista y circunstancionalista o ''ir a por el todo'' con todos nosotros.
El 15 M y la huelga
En la ciudad hubo unos treinta piquetes; un tercio de ellos, claramente clasistas y combativos. Gracias a los comité de barrios surgidos la primavera pasada, a raíz de la ocupación de plaza Cataluña, se formaron más piquetes de este tipo y fueron más numerosos que en septiembre de 2010. Sin embargo, el seguimiento general de la huelga fue similar: mucho paro en la industria y en el transporte, algo en educación y sanidad, y poco o nada en los servicios y tiendas que no fueron increpados por los piquetes.
El 29 de marzo a las 19 horas, tras una hora de enfrentamientos, la plaza Cataluña volvió a ser desalojada, esta vez con un fusilamiento masivo con pelotas de goma, por eso la folclórica forma de detener a los antidisturbios con las manos levantadas, fue ineficaz. Ni los manifestantes se acoplaron a ella, y prefirieron huir o enfrentar las fuerzas estatales, ni la policía respetó su no-violencia.
Es evidente que el 15 M ha nutrido de savia nueva muchos espacios combativos, aunque también ha creado conciencia ciudadanista, pacifista, legalista e integradora. Para profundizar al respecto se puede leer el «'Informe 15 M. Prolegómenos de una guerra» que circula por Internet.
Contenido
«¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura del capital!»
Los días previos se pegaron carteles llamando a realizar una verdadera huelga y no un paro sindical pactado. Durante la huelga se repartieron octavillas explicando nuestro rechazo, no solo a los recortes salariales sino al salario en si, no solo a la rebaja del presupuesto del Estado sino contra el Estado en si.
Para los compañeros que sugieren que hubo menos mensaje, menos contenido que la otra vez, decirles que las acciones están cargadas de contenidos. Por ejemplo, todo el mundo entendió la respuesta de los esclavos asalariados a las medidas de austeridad impulsados por los mandamases tipo Merkel y si no pasen por el, aún hoy, chamuscado Deutche Bank de la Diagonal.
La pancarta principal de la manifestación para liberar a los presos de la huelga, lejos de teñirse de victimismo, asumía la represión del Estado como algo normal contra nosotros y dejaba clara que ''vuestra represión no nos hará detener'' y nuevamente gritos y cánticos contra el capital, la democracia, los medios de contaminación de masas y las fuerzas represivas.
Tras el 29 de marzo se han ido pegando carteles y repartiendo octavillas explicando el tema de la violencia cotidiana capitalista y de la necesidad de defenderse de ella; al estilo de la otra vez: “Lo más violento de todo fue volver a la normalidad”.
*En una octavilla que circula por las calles de la ciudad se puede leer:
“Violentos que dedican todo un informativo hablando de lo inadmisible que es que se queme un contenedor, mientras normalizan que el Estado español despliegue si ejército en países ocupados. Aquellos violentos que se dedican a disparar en las manifestaciones indiscriminadamente, rompen costillas, hacen perder ojos, disparan a niñas, apalizan, detienen arbitrariamente y nos torturan en las comisarías. Aquellos violentos que intentan ocultar deliberadamente que el paraíso de unos coincide, casi siempre, con el infierno de otros. Con la represión también intentan silenciar la gran jornada que se vivió el 29 de marzo en Barcelona. Pero no nos haréis olvidar la capacidad que sentimos en aquel momento, no olvidaremos como se notó el trabajo previo en los barrios y como en veinte días nos hemos organizado, ni olvidaremos los piquetes que se llevaron a cabo en más de veinte barrios de Barcelona, ni las columnas bajando y encontrándose con las compañeras de otros barrios. No olvidaremos la cantidad de gente que había en todas partes, ni como nos repartíamos comida y agua entre personas que no nos conocíamos de nada. No olvidaremos los aplausos y los gritos de “fuego, fuego” cuando se rompía el escaparate de un banco, ni a señoras mayores moviendo contenidores, ni a chicas muy jóvenes con una rabia y una actitud admirable, ni la cantidad de gente que lanzaba piedras y hacía barricadas. No olvidaremos como ya no salimos corriendo cuando cargabais con bolas de goma sino que nos quedábamos quietas y nos enfrentábamos a vosotros. No olvidaremos que ya no éramos “los 200” de siempre, sino muchísimos más. No olvidaremos que estábamos unidas, que nos sentíamos fuertes y que por unas horas ganábamos las calles. Sabemos que con la colaboración de los “medios de comunicación”, intentaréis hacer una campaña de criminalización tildando a los encapuchados como aquellos que se aprovechan de estos acontecimientos con la única finalidad de provocar disturbios y diferenciarlos de esas personas que militan cada día en su barrio y salen a la calle manifestarse contra esta situación que nos condena a la miseria. No existe tal diferencia. Nosotros somos huelguistas, estudiantes, antisistema, solidarias, delincuentes, provocamos disturbios, militamos cada día en los barrios, somos vándalos, compañeras… lo somos todo. Sabemos que tenéis miedo y hacéis bien en tenerla. Tenemos suficientes motivos para romperlo todo. Porque nosotros decidimos vivir. Nos vemos en las calles”.
La represión
«Estando el enemigo, estamos nosotros».
Fue dura. Sorprendente incluso. No por los porrazos recibidos. Si no por el tiro indiscriminado de pelotas de goma. Seguro que nunca antes se dispararon tantas pelotas de goma. Proyectiles que destrozaron ojos y bazos, dejando lesionados de por vida. Pero los medios y tertulianos prefirieron hablar de cristaleras y containers. En este sentido el papel de la prensa fue el de siempre, algo más virulento tal vez, pero similar a otras veces. De nuevo tratando de separar a los manifestantes que usaron la acción directa del resto de los movilizados, del resto de los explotados. Aislar para silenciar y reprimir. Como en la huelga de septiembre de 2010, nuevamente el mantra de ''fueron los antisistema''. En este aspecto, nuevamente, circula por Internet aquella poesía titulada ''La sonrisa de los antisistema''.
A los hospitales llegaron varios heridos que estaba paseando por ahí, ajenos a lo que pasaba y toda manifestante que se encontraba ahí conoce a algún amigo apaleado, golpeado por una porra o por una bola de goma. Pudieron perderse muchos mas ojos. Días más tarde moría en Bilbao un hincha de fútbol por el impacto en la cabeza de una pelota de goma tirada a bocajarro.
Hace muchos años que la policía no usaba lacrimógenos. En este caso, a ultima hora, hubo lanzamiento masivo de gases para dispersar los últimos manifestantes que, parapeteados detrás de las barricadas de Paseo de Gracia y Rambla de Cataluña resistían y se defendían de la policía. Gases que cortaban la respiración en el acto, que provocaban escozor en los ojos, que daban sensación de quemazón en el rostro. Solo la solidaridad, de ver a un compañero caído y acudir en su ayuda, y la preparación previa, de cremas, para paliar los efectos, hizo que los lacrimógenos no hayan tenido un resultado más agresivo.
Lo mas novedoso, además del ingreso en prisión de tres militantes, es lo que podría denominarse el uso, o anuncio, de la guerra sucia; palizas en furgonetas, liberación de detenidos, desfigurados por los golpes, para que el juez no los viera.
Y al día siguiente exposición en los medios del arsenal legislativo vigente, como amenazar con aplicar la ley antiterrorista ''antikalebarroka'' que compara el destrozo de mobiliario urbano con terrorismo de baja intensidad, o la prohibición del uso de la capucha. En Grecia si uno comete un delito y va encapuchado la pena es mucho mayor. En Alemania, ante la contundencia de algunas manifestaciones, la policía pasó a registrar a todo aquel que acudía a una convocatoria. Eso si, sin acabar con la contundencia de las mismas, pues los manifestantes escondían sus herramientas y pañuelos en las papeleras por donde pasaría la mani.
Esta claro que tendremos que cuidarnos mas, valorar que vale la pena y que no, como, cuando, donde. No podemos llenar las cárceles. Las calles nos necesitan. Pero todo ese arsenal represivo no podrá detenernos porque aunque nosotros nos asustáramos o nos neutralizaran --con condenas, penas multas, seguimientos, detención preventiva...-- otros tomarían nuestro lugar. En esta época de pauperización de la vida, aumento de la pobreza y la miseria, proletarios cabreados y dispuestos a luchar no van a faltar.
Un ejemplo de ello fue el hecho que tras romper las puertas de El sacrosanto Corte Ingles e intentar abrir una de las persianas, los antidisturbios, sin intervenir durante la bajada de la calle Pau Claris, lograron dispersar a la contundente manifestación de la tarde. Quitándose las sudaderas y caminando por las calles --sobre todo por la plaza Cataluña-- en pequeños grupos sus componentes se mezclaron con las miles de personas que abarrotaban la plaza y Paseo de Gracia. Quedando, por tanto, inactivos durante un buen rato. Pues bien, quien cruzo los containers frente al Corte Ingles y empezó a tirar piedras contra la policía en el centro de la ciudad no fue ninguno de ellos. Jóvenes, gente muy joven, empezó a extender la acción directa por el centro de la ciudad contagiando a personas de toda edad y afiliación sindical o política. Eso fue impresionante. Una batalla que se mantuvo, si, porque rápidamente aquellos manifestantes disgregados por la plaza acudieron nuevamente a las barricadas. Barricadas que se extendieron por varios barrios, siendo uno de ellos, El Raval, donde jóvenes inmigrantes se enfrentaron a la policía y, por eso mismo, fueron represaliados.
El hecho que de los 58 detenidos ocho fueran menores de edad habla de la precocidad de las movilizadas.
Resulta triste escuchar a compañeros decir que ''quizá nos equivocamos, le dimos al poder lo que quería para sacar sus perros de presa''. No, la burguesía sabe, aquí y en cualquier parte, que cualquier medida de austeridad tiene que llevar paralelamente la adquisición de material antidisturbios. Lo adquirieron hace tiempo y ya hablaron de aplicar esas leyes tras nuestra tímida manera de bloquear el Parlament.
En la guerra, incluso social, siempre conviene mas decir que uno se defiende del ataque del otro, pero eso no significa que no sepamos que en la medida que nuestra fuerza crezca, su miedo se haga cotidiano y el Estado empiece a tambalearse, la represión será cada vez mayor y nosotros tendremos que evitar que transformen la guerra de clases en guerra de aparato contra aparato. Una vez el Estado empieza a tambalearse y mengua la moral entre los defensores y guardianes del Capital, el derrotismo y la insubordinación se apodera de los cuerpos de seguridad del Estado. Solo con la descomposición de policía y ejército tenemos posibilidades reales de acabar con este sistema social.
Por buen camino
Camina el movimiento. Quizá ahora podamos denominarlo así, aunque quizá invita más a formar parte si somos simplemente explotados que queremos dejar de serlo, una clase que desde que existe lucha y es reprimida y se enfrenta a otra clase que se beneficia pero vislumbra su fin.
Pero como los compañeros de aquí se reconocen más si se habla de movimiento de Barcelona contra el capital, se sigue con esta denominación.
A pesar de nuestra confusión y cierto inmovilismo en la primavera pasada, cuando se ocuparon las plazas en diferentes ciudades del país, el protagonismo de dicho movimiento en las dos ultimas huelgas solo es comprensible por la madurez y superación de trabas de los grupos y estructuras de la ciudad. Conscientemente se intenta salir del gueto, radicalizar el discurso, estar coordinados permanentemente, tener más organización, defender las estructuras que nos permiten encontrarnos, reunirnos, informarnos. Periódicos, revistas, radios, blogs y paginas webs… están consolidados y demuestran que durante los años de mayor paz social, 2004-2009, que coincidieron con el gobierno del PSOE, se aprovechó para consolidar y gestar medios permanentes de contra información, así como núcleos y espacios revolucionarios.
A nivel numérico hemos crecido mucho. Si parte de la generación que luchó en los setenta y ochenta se perdió o abandonó, la de los noventa sigue ahí, con toda su experiencia. Y la del nuevo milenio vino con fuerza y gran preocupación en su preparación teórico practico, con relaciones internacionales estables y solidarias.
En épocas pasadas, menos honrosas
excepciones, había demasiada distancia entre ''teóricos'' y
''prácticos'', entre los que elaboraban los textos y llenaban de
contenidos los medios de contra información y reflexión y los que se
batían en las calles. Hoy, para desgracia del poder, los mismos que
hacen los mejores análisis y proponen las consignas más rupturistas, son
los que se ocupan las barricadas y las calles. No solo para destrozar
bancos o defenderse de la policía, sino para parar un desahucio,
intervenir ante un atropello de un patrón o del abuso de poder de un
segurata u otro defensor del sistema.
Ideologías, presentes en los últimos
años, como el activismo, el espontaneísmo, el inmediatismo o el
reformismo, sea ciudadanista, antifascista o nacionalista, van
disminuyendo sus influencias.
Estaremos en nuestra madurez cuando
sepamos organizarnos mejor y, sobre todo, transmitir mejor, a nuestros
iguales, los objetivos por los que luchamos. Cuando nuestros iguales
tengan claro que rechazamos tanto al PP como al PSOE, porque rechazamos
cualquiera de los gestores del capital, que ni abogamos por la CEE ni
por ''salir de Europa'' como medida anticrisis sino por un mundo sin
fronteras ni salarios. Sin dinero, propiedad privada ni clases sociales.
Por una verdadera comunidad humana mundial en un sistema --de ahí que
seamos antisistema capitalista y no antisistemas en general-- sin
desigualdades sociales, una sociedad que nuestros antepasados llamaron
comunista, socialista o anarquista.
Para acabar este escrito queremos
expresar la alegría que se está viviendo en nuestros lugares de
encuentro. Miradas cómplices; debates acalorados sobre los pasos a
seguir; solidaridad con los presos; reencuentros en lugares tranquilos
con los que corrimos por las calles; anécdotas; bailes y cariños, nuevos
amigos, lazos de compañerismos más fuertes, silencios que lo dicen
todo, sonrisas, siempre sonrisas por haber vivido y pretender seguir
haciéndolo.
Desde el anonimato, hacia la huelga insurreccional
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