El proletariado no puede reconocerse verídicamente en un agravio particular sufrido y tampoco, por lo tanto, en la reparación de una agravio particular, ni de un gran número de estos, sino únicamente en el agravio absoluto de haber sido relegado al margen de la vida.Guy Debord.
Varias
semanas llevan los mineros luchando contra los planes de ajuste que el
capital lanza contra sus condiciones de vida. Frente a las necesidades
de valorización del capital que exigen deshacerse de la producción
minera en España y lanzar a la basura a todo ese sector, los proletarios
responden defendiendo intransigentemente sus intereses y necesidades.
Lejos de asumir un paro de brazos caídos o de levantar como idiotas sus
manos al alto diciendo a coro que «éstas son nuestras armas», asumen
los métodos de las luchas y huelgas de verdad. Huelga indefinida,
barricadas, cortes de carretera por doquier, cortes de vías de trén,
sabotajes, molotovs, enfrentamientos contra las fuerzas represivas... La
violencia de clase reaparece personificada en esos "encapuchados” que
incomodan la normalidad capitalista y esbozan un trasfondo velado y
descuartizado por la intoxicación político-sindical: la guerra de
clases.
Y es en este punto donde se juega lo esencial. El
proletariado no puede defender sus intereses desde el aislamiento,
desde el corporativismo, defendiendo su sector como algo salvable en un
mundo insalvable. Precisamente ese es el eje en el que articula su
fuerza todo el espectro politico-sindical que dice representar o
defender a los mineros en lucha basándose en todos los límites que la
misma lucha contiene. Toda la charlatenería y todos los llamados que
lanzan estos estafadores para que se apoye y se sea solidario con la
minería, parten de mantener a toda costa la cuestión como un problema
en la minería y en su gestión. El bochornoso espectáculo de todos estos
gestores de la miseria y la esclavitud llega al paroxismo cuando
Trevín, uno de los dirigentes de la represión en Asturias en los
últimos años, defiende en el congreso, candil en mano, al sector
minero. Esta escenificación no es más que el trasvase al parlamento de
una práctica asumida en la calle por las organizaciones sindicales, con
SOMA a la cabeza, y que tiene como principal función el control del
fuego en las barricadas y la transformación del conflicto en una batalla
entre diferentes formas de gestión capitalistas.
Allí donde este cordón sanitario se resquebraja
surge la posibilidad de que este conflicto asuma abiertamente su propia
naturaleza, la de ser una expresión de un conflicto global, un
conflicto que concierne a las bases mismas de un sistema basado en la
apropiación de los medios de vida por el capital, un sistema donde la
tasa de ganancia lo decide todo. Pero sólo en la ruptura del
aislamiento, en la extensión del conflicto a todos los sectores, puede
la lucha asumir toda su naturaleza subversiva. Todo lo que sea mantener
el problema encerrado en los estrechos márgenes de la mina significa
desfigurar su esencia y hacerse el haraquiri sometiéndose a la lógica
de la explotación capitalista y a sus aparatos de gestión. La propia
historia de la lucha en la minería no deja lugar a dudas.
Cuando en las asambleas salen voces disonantes que
reclaman la extensión del conflicto, cuando en ciertos lugares de las
cuencas mineras, y fuera de ellas, algunos incontrolados se organizan
al margen del dictado sindical, cuando proletarios de otros sectores o
en el paro acuden anónimamente a luchar, cuando comienzan a
reproducirse acciones que escapan al control politico-sindical, se está
expresando ya la negativa proletaria a dejarse neutralizar y la
tentativa por romper el cerco del conflicto, de dejar atrás las
“reivindicaciones” actuales, de extender a todos lados el
enfrentamiento como una lucha contra el capital. La huelga general
convocada para el 18 de Junio en las cuencas pone en el tapete esta
cuestión y materializa la respuesta sindical al peligro de la
extensión. Se busca limitar este peligro a un día -el 18- y a un lugar
-las cuencas mineras- para conjurarlo.
Para los proletarios se trata de echar abajo este
dique de contención, de romper el aislamiento de las luchas, de
consolidar estructuras donde organizarnos, de destruir las ilusiones
reformistas, de llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias. La
situación en que todos nos encontramos es trágica y la solución no pasa
por buscar una salida sectorial, la solución pasa por destruir una
sociedad basada en la tasa de ganancia, en la esclavitud asalariada,
una sociedad en la que la producción no posee otra base que las
necesidades de valorización. Todo lo que sea caminar hacia otro lado
significa asistir a la derrota.
¡A EXTENDER LA LUCHA A TODOS LOS SECTORES Y LUGARES!
¡A DESBORDAR EL CORDÓN POLÍTICO-SINDICAL!